La evolución histórica de la estética y la peluquería: técnicas, estilos y cánones de belleza a través de los siglos

El anhelo de embellecer el cuerpo y el cabello ha acompañado a la humanidad desde sus orígenes. Cada época histórica ha desarrollado ideales de belleza, prácticas y oficios vinculados al arreglo personal. Revisar este devenir permite comprender mejor la compleja relación del ser humano con su aspecto físico.

En la prehistoria ya existían rudimentarios peines y herramientas para cortar el pelo. Se han encontrado pinturas corporales con fines estéticos en culturas primitivas de todos los continentes.

Los egipcios fueron de los primeros en elaborar una cosmética avanzada, usando kohl, henne y aceites perfumados. Crearon pelucas, postizos y peinados lisos muy ornamentados.

Los griegos valoraban mucho los rizos, tanto en hombres como mujeres. Se perfumaban con aceites y acudían regularmente a baños públicos.

En Roma se generalizó el uso de pelucas, postizos y tintes para lograr el anhelado cabello rubio. Proliferaban salones especializados en peinado, depilación y maquillaje.

Con la caída del Imperio Romano decayó la estética. En la Edad Media imperó la austeridad, considerándose pecaminosa la vanidad. Solo nobles y clérigos podían permitirse lujos como pelucas y joyas. Triunfó un ideal de tez clara, cejas depiladas y cabello dorado.

El Renacimiento supuso el resurgir de las prácticas estéticas grecolatinas. Volvieron a usar maquillaje blanquecino y técnicas para rizar y teñir el pelo. También nació la cirugía estética. Esta tendencia se acentuó en el Barroco, con pelucas monumentales y maquillaje recargado.

En el siglo XIX surgieron las primeras peluquerías públicas femeninas. Se popularizó el tinte de cabello y nació la industria cosmética. El ideal romántico de fragilidad y palidez cedió paso a cánones más naturales. Ya en el siglo XX triunfaron estilos como el bob, el pixie o la permanente.

Hoy la estética mueve miles de millones en todo el mundo. Los medios de comunicación globalizan tendencias efímeras. La cirugía estética se ha masificado. Sin embargo, el anhelo que subyace es el mismo que impulsaba a frotar pigmentos y decidir el corte de pelo en la prehistoria.

A lo largo de la historia, arreglo personal y belleza han estado vinculados a privilegios de clase y género. Los estratos altos podían permitirse lujos vedados al pueblo llano. Tradicionalmente las mujeres debían embellecerse para los hombres. Los oficios estéticos eran menospreciados, vinculándose a sirvientes y esclavos.

Esto comenzó a cambiar en el siglo XIX con la proliferación de peluquerías públicas que daban servicio a la incipiente burguesía urbana. La estética se convirtió en una profesión con entidad propia que hoy tiene gran demanda laboral en un sector en expansión.

Los ideales de belleza también han fluctuado significativamente según la cultura y la época. No obstante, se aprecian constantes como la predilección por la delgadez, una piel clara y un cabello abundante y lustroso. El canon griego de armonía y proporción ha perdurado en Occidente hasta hoy.

Lejos de ser inamovible, la noción de belleza se halla en permanente reconstrucción. El futuro dirá si imperativos tan interiorizados como depilarse o teñirse las canas son efímeros o permanecerán como parte de ese anhelo atemporal de mejorar nuestra imagen que nos define como especie.

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